viernes, 28 de febrero de 2014

Paseo Fotográfico Acebuchal

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HISTORIA DE LA ACEBUCHAL                                                       Por José Ramón Fernández Fernández

Texto escrito en julio de 1993, y recuperado para que no se pierda la memoria histórica de esta aldea, hoy día reconstruida en su totalidad por los hijos de los hijos de aquellos pioneros de la Sierra de Almijara: pastores, arrieros, caleros, carboneros, agricultores... La aldea fue abandonada en 1948 por culpa de los maquis, entre 1953 y 1954 volvieron a ocuparla hasta 1965 a 1966, en que la abandonaron definitivamente.

La historia de esta aldea donde nací se remonta a tiempos de la rebelión de los moriscos huidos de la batalla del Peñón de Frigiliana, acaecida el 11 de junio de 1569, día de San Bernabé, historia que fue recogida por Diego Hurtado de Mendoza, Luis Mármol de Carvajal, Ginés Pérez de Hita, y muy detalladamente en la Reseña histórica de la villa de Nerja por Alejandro Bueno García, Veléz-Málaga 1907, y edición facsímil del Ayuntamiento de Nerja de 1987, con notas de maría Rivas y Francisco Capilla, y también en Vida y diáspora morisca en la Axarquía veleña, por Antonio Navas Acosta, Málaga 1995. Luego repoblada por vecinos de Córdoba.
Puedo decir que esta aldea de la Acebuchal, enclavada en un valle de la Sierra de Almijara, es término municipal de Cómpeta (Málaga), antiguamente se llamaba sierra de los Verdiales, donde nacieron los puros fandangos flamencos denominados que hoy están tan extendidos por todo los Montes de Málaga, traídos por los repobladores.

Estaba vigilado por el Puesto de la Guardia Civil de Frigiliana por estar dentro de su demarcación, por allí aparecían, de vez en cuando, aquellos guardias bigotudos, bien uniformados con tricornio y barboquejo ceñido, fusil al hombro, bandolera y cartucherín amarillo, uniformados por sí [sic], cumplimentaban su recorrido en casa de Baldomero el Rico, firma reconocida en el Puesto [El autor nos quiere decir que la pareja de Guardia Civil en sus servicios de correrías recogía en su papeleta de servicio la firma de ciertos dueños de fincas para demostrarle a la superioridad que había visitado tal o cual cortijo]. A veces nos visitaban en el colegio, y la maestra daba la voz de ¡en pie!, [y los alumnos] quedábamos todos mutis.
Junto a la misma [Acebuchal] discurría un arroyo con agua fresca y potable que daba sus servicios al vecindario y regaba la huerta que estaba muy repartida [en bancales], y nos proporcionaba buena parte de los alimentos que consumíamos, tales como patatas, maíz, habas, aceite y hortalizas diversas. Para el riego había instalada varias albercas en las que los jóvenes disfrutábamos bañándonos, las rodeaban algunos olivos milenarios y las agobiaban pencales, la adornaban por todos los extremos matorral de monte bajo moteado con algunos pinos.

Estaban comunicadas por un encrucijada de caminos que unían la costa malagueña con los pueblos de Granada, muy concurrido por los arrieros, que portaban en caballerías los productos de huertas, frutas y pescado a temple [sic] [del tiempo], para vender o intercambiar por los [frutos] propios de aquellas tierras granadinas: harina, trigo, garbanzos, lentejas, buenas chacinas y la comida de los animales.
Los pueblos con lo que generalmente nos comunicábamos eran: Frigiliana que distaba 5 kilómetros y que por ser el más cercano visitábamos con más frecuencia; Cómpeta a 7 kilómetros, como era nuestro pueblo [La Acebuchal pertenecía al término municipal y partido judicial de Cómpeta], en él teníamos que gestionar nuestros asuntos; Torrox distante a 8 kilómetros el cual consumía los productos de la sierra, los que los aldeanos trabajaban: leña, carbón; y Nerja la más lejana pero que por estar más surtida también teníamos que ir con frecuencia. Por Granada el [pueblo] más cercano era Fornes a 5 leguas.

Carecíamos de luz eléctrica y nos alumbrábamos con un candil o quinqué de petróleo. El medio de transporte eran las caballerías, cuando alguno enfermaba y había que trasladarlo al pueblo, se improvisaba una camilla de palos y lo llevábamos a hombros, esto se trataba [este sistema se usaba] cuando la gravedad de la persona no hacía posible llevarlo en caballería. Cuando alguno fallecía, lo primero era tomarle la medida al muerto con un hilo bramante, [luego] ir a Frigiliana y el carpintero Frasco Virgen, durante la noche hacía un ataúd. Al muerto también se le llevaba a hombros, cosa que [ahora] veo descomunal, toda vez que con tantas caballerías que teníamos se hubiera preparado en unos capazos y se hacía [sic] [hubiera hecho] estupendamente, pero parece ser que en aquellos tiempos contaba más el sacrificio que la comodidad, después de transportar a hombros el cadáver, se pasaban algunos días adoleciéndose [sic] [doliéndose] de los hombros. 

 Los trabajos, generalmente, eran agrícolas, parte se dedicaban también a la ganadería caprina, y otras a la arriería, sacando los productor de la sierra. Las diversiones eran diversas, reuniones juveniles en plan de visiteo. Por las noches se acudía a la casa donde pertenecía estar la Virgen Milagrosa [la capilla] que se mudaba diariamente. Estas reuniones eran para rezar el rosario y a continuación [después] se hacían las famosas ruedas o juego del anillito, este era un juego muy bonito y particularmente provechoso para los que estaban enamorados, puesto que podían decirle a la [muchacha] pretendida los recaítos, uno que le gustara y otro no [que no le gustara]. Generalmente, tanto varones como hembras, éramos creyentes y novieros, tan pronto cumplíamos los quince años ya estábamos los mozos detrás de las hembrillas, para que no nos las quitaran las que nos gustaban, y [aquellas] que no aceptaban pronto al pretendiente les caía el chaparrón y no la dejaban un [sólo] día tranquilas hasta que por fin con algún [mozo] cedía. No era fácil que los novios se disgustaran, pues verdaderamente los noviazgos que se formalizaban era porque estaban enamorados.
Las fiestas mayores, que se celebraban anualmente, eran la misa [por San Juan], ese día acudíamos todos con nuestros trajes nuevos, después de misa se sacaba la Virgen Milagrosa en procesión cantando todos a un son.
Podré decir [diré] que en los años 1915 y 1916 nacieron en la Acebuchal 12 niñas y 3 varones, las que quiero relacionar por su hermosura y guapura, estas eran: Dolores la de Eloisa, Dolores la de Antonio Simón, Adelina la de Baldomero, Concha la de Paco Sánchez, Dolores la Melliza, Rosario la de Frasquito, Dolores Miranda, Aurora la de Eduardo, Dolores la de Cayetano, Cristina la de Pepe, Aurora la de Antonio Lomas, Rosario la de Seferino. 
 Los varones eran: Paco el de Virtudes, Baldomero el de Aurora y el Mellizo. Años más tarde aparecieron [nacieron] otra tanda de niñas, que eran las que a mí me interesaban, más o menos de mi edad: Carmen la de Eloisa, Rosario Ortiz, Amelia Torres Ortiz, Ana la de Nieves, Dolores y Rosario la de Paco Sánchez, Magdalena la de Eduardo, Ángeles la de Cayetano, Rosario la de Pepe, Dolores la de Ángel Rojas y como broche de oro Carmelilla la de Emilio [mi prima hermana], que aquí dijo Dios voy a mandar a esta aldea como premio laboriosidad y amor que me tienen sus habitantes, a los que quiero mucho, una muñeca de china y esta la voy a criar exclusivamente para Joseillo Ramón, que es un niño muy aplicado, creyente y de corazón noble, aunque sí algo caprichosillo, por esto le voy a hacer este favor, y que no ande turbado el día que tenga que buscar novia, la crearé tal y como a él le gustarán: bajita, regordeta, con delanteras contrahechas, vivaracha y con ojos que trasminen. 
Después no quiero ni acordarme lo que me costó ir a verla por primera vez, menos mal que ella era algo más abierta y me sacaba de algunos apuros, esto era lo que más me agobiaba, cuando me decía: tienes que pedir permiso a mis padres para venir a mi casa. Pero donde iba yo por palabras [encontrar palabras] para expresarme delante de mi suegro [y mi tío], con lo guasón que era, y me hubiera dicho adónde vas tú chaval a deshojarme esta flor de loto que con tanto espero estoy criando, tú estas equivocado. Y yo le decía a mi novia: como ya estoy dentro no me van a echar a la calle, además donde van a encontrar tus padres otro novio para ti como yo, alto, guapo y de buena posición. Yo tenía muchas cabras, buena finca y de buena familia, menos mal que nunca me dijeron tú a que vienes a este cortijo. Por fin entre cartas y visitas se pasaron ocho años de [noviazgo] que se hicieron siglos, y el 6 de julio de 1946 [nos casamos] pude volar con ella para Ciudad Real donde me encontraba de guardia civil. Solo me dieron de permiso 8 días [para casarme].
La posguerra fue muy dura en la Acebuchal, por un lado llegaron los maquis y la Agrupación Roberto a la sierra, y por otro la Guardia Civil, que echaron a mis padres y a mis suegros en el verano de 1948. A mediados de septiembre de 1949 fue la batalla de Cerro Verde, comandado por el capitán Quiles, donde murieron el Cabo 1º Toribio y el guardia Reyes de la guardias civiles y dos bandoleros.
Para espuela de mis males al llegar al Puesto de Piedrabuena tuve que marchar concentrado a la sierra [Las Arripas], volviéndola a ver al mes, solo por tres horas, por este motivo el tomé odio mortal a Franco, pues no hay derecho que a los tres días de casado le quiten a uno el manjar que toda su vida ha estado deseando. El Antiguo Testamento de la Biblia decía que por ningún concepto se separarán a los casados durante un año. No sé cómo el Régimen de Franco, que por tan católicos se consideraban, se saltaban esta ley divina a la torera. Los seis años de mili, dos de guardia civil y 16 meses más de casado separado de mi mujer, tal vez sería el sacrificio que me pidió Dios por el beneficio que me otorgó al darme tan apreciada joya. Mil gracias al divino poderoso, al Rey de España y a Suárez que nos trajo la democracia propiciándonos una feliz vejez. Gracias. Málaga, 24 de junio de 1993. Firmado y rubricado José Fernández.  
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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