El Sabado 30 de Julio, nos vimos en la gasolinera que hay en la salida de Nerja, con vistas a subir desde alli al Acebuchal, pasando por el pintoresco pueblo de frigiliana, y una vez alli, dejar los coches, y subir hasta la cascada del rio Patamalara.
Esa mañana nos encontramos alli, Paco Jaime, Eduardo, Valentín, Juan Antonio Mena, Vicky, Elisa, Rafael, su esposa y su hijo, Juani como organizador de tan estupenda ruta, y yo, Juan Antonio, Corsario de la Almijara, dispuesto a "surcar" aguas hasta ahora desconocidas.
Desde la aldea del Acebuchal cogimos el arroyo del mismo nombre, por el que discurre la verea de la Coscoja, que nos lleva de Frigiliana hacia Granada.
Una vez dejamos la verea entramos en el carril de venta cebollero, siguiendo siempre en ascenso hasta el collado de Pàez Blanca.
Una vez en éste punto, nos toca volver a una senda que se abre justo a la izuierda del cartel indicativo del puerto, que nos llevará hasta la altura del rio, pasado ya el Peñòn de Hornos.
El sendero se encuentra bien marcado, y aunque predominantemente descendente, también esconde algunos repechos.
Al poco aparecen ante nosotros los tajos de la mota y el lucerillo y el lucero, hacia donde nos señala Juani.
Ya estamos por fin en el río. Este rio Almijarico, lo conforman los arroyos que discurren por el barranco pradillos y el barranco moreno, siendo este último el que seguimos.
Es el patamalara un rio de moontaña, bastante más agreste y salvaje que el chillar, con un desnivel mayor, y constantes saltos de agua, la mayoria de los cuales se solventan sin problemas.
Avanzamos disfrutando además de cada pequeña poza y salto de agua.
Curioso fue cuanto menos el hallazgo de ésta piña casi petrificada
El tramo de rio que andamos es corto, aunque por el agua en contra, los continuos saltos,... se hacen bastante despacio, como suele ocurrir en todos los rios.
Lo que si es cierto es que ya casi escuchabamos el rugir de la impresionante cascada, que nos esperaba al final de nuestro recorrido ascendente por el rio.
Sorprendente fue llegar a la antesala de la cascada, donde otra cascada nos corta el paso y que algunos podríamos superar con una cuerda, sin embargo, Valentín ya había llegado, subido y colocado su escala para facilitar la subida de los demás.
Tras Valentín subi yo, aunque no sabiendo como habia subido Valentin primeramente, tuve que echar mano de la escala, subiendo a pulso con una mano un tramo, llegando arriba finalmente y colocando la cuerda para los demás.
Juan Antonio Mena y Vicky nos acompañaron arriba también, los demás se quedaron abajo ya que no resultaba fàcil la subida.
tras superar por el lateral izquierdo segun ascendemos éste último obstaculo,....
Llegamos a nuestro punto final por el rio, la cascada. Impresionante
Ahora tocaba el descenso, Valentín fue el ultimo en bajar, pero se quedo trabada la cuerda, y no podíamos recuperarla, asi que volvió a subir por la cuerda, soltarla un poco, y volver a bajar. Por algo es el Rey de la Montaña.
Descendimos un tramo por el cauce, e hicimos una pausa para reponer fuerzas, que ya pasaban las tres de la tarde.
A la vuelta, disfrutamos de cada rincon que nos ofrecia el rio.
Pasando el sendero por el que bajamos por la mañana, y avanzando hastael cahorro del patamalara
Nos hicimos la foto de todo el grupo
Y llegamos a las inmediaciones del peñón de hornos
Cerca del cual, se inicia la acequia, bastante más aparatosa que la del rio Chillar, y es que aunque considerablemente más corta y con mucha menos altura, el borde es más estrecho, y está en peor estado.
Tras abandonar la acequia al final de ésta, pasamos por entre unos peñascos, y descendemos al carril que va desde la Fábrica de la luz de Competa hasta la Casa de la Mina, y por el cual habíamos ascendido hace meses en bicicleta. Avanzamos por la pista siempre descendiendo, y una vez en la fabrica de la luz, los que quieren, se dan un ultimo chapuzón en la alberca, antes de iniciar los últimos kilómetros por la pista que sigue hasta el acebuchal.
El mayor inconveniente, el sol que a ésta hora, pasadas las seis, aun nos castiga con dureza. Por suerte, llevamos un buen ritmo, y a pesar del Sol, y la suave subida, llegamos rápidamente al acebuchal.
Donde Antonio (padre), nos abrió en exclusiva para nosotros el bar que ya llevaba cerrado varias horas, y nos sirvió cervezas fresquitas, vino del terreno, y un estupendo pan casero y cateto con aceite.
Tras brindar y zamparnos todo, tocó despedida hasta una próxima ruta
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